CRÍTICA: LA GRAN OLVIDADA

LA GRAN OLVIDADA

A pesar de contar con más de 45000 víctimas en tan solo en España, la trata de personas es un problema de la sociedad actual totalmente ignorado a nivel de visibilidad y prevención.

La trata de personas como tal es una de la prácticas más ruines, ya que el perfil de persona que se busca es alguien en situación de vulnerabilidad para captarla mediante engaños o coacciones y así poder transportarle entre regiones o países. 

El objetivo es contar con personas privadas de libertad de acción y decisión, para obligarlas a trabajar en cualquier tipo de oficio con condiciones precarias. Todo esto implica, que en momento en el que eres parte de la trata pierdes tu humanidad para convertirte en una simple mercancía.

Hay  tres tipos de trata de personas que explicaré brevemente:

Trata de mujeres

Quizás la práctica más común y conocida a nivel social, en esta hay tanto un perfil como un procedimiento concreto; se buscan mujeres ya sean mayores o menores de edad, principalmente de países subdesarrollados y ofertándoles trabajos que requieren poca cualificación y un buen sueldo, las sacan de su hogar.

El miedo juega un papel fundamental, los proxenetas una vez se reúnen con sus víctimas les explican que como ellos han pagado el transporte y les están dando un alojamiento además de comida, las chicas han contraído una deuda con ellos que deberán de pagar día a día dando sus servicios como trabajadora sexual. 

Lo curioso de este modo de tráfico, es que la deuda no hace más que aumentar día a día , las chicas deben pagar comida, agua, electricidad y en general todo aquello que consuman dentro del burdel. 

Como ya he mencionado el miedo es el elemento clave, no solo al principio sino para mantener a las mujeres bajo control, por ello se les retiran todos sus documentos (DNI, pasaporte...) y se las somete diariamente a una gran variedad de castigos tanto físicos como psicológicos.

Resulta alarmante e incluso frustrante la situación de alegalidad en cuanto a la prostitución, todos los días escuchamos noticias de aquí y de allá relacionadas con esto, sin embargo nadie hace nada ante el dato de que a cada hora se producen millones de violaciones pagadas.

Una gran representante de este tema es Bebi Fernández, criminóloga, escritora y activista de redes sociales, quien ha dedicado gran parte de su carrera a la denuncia de la violencia contra mujeres y niños. 

En su obra Memorias de una salvaje, a través de su protagonista K retrata desde distintos puntos de vista la realidad de este mundo.  

Este libro ha creado un gran revuelvo no solo entre los jóvenes, sino que también ha llegado a oídos de personas dedicadas al tráfico humano, provocando que su autora tenga que vivir en el más absoluto anonimato y trabaje bajo un pseudónimo.

Trata de personas para trabajos forzados. 

Aquí estamos hablando de una situación de esclavitud, en la que las víctimas suelen ser procedentes de países en vías de desarrollo.

Al igual que en el resto de tipos de tráfico, el engaño y las coacciones son una gran parte de conseguir a víctimas de manera exitosa, ya que necesitan llevar dinero a sus familias para poder sobrevivir.

Dentro de los trabajos forzados, se posee a personas en condiciones infrahumanas, y se las obliga a trabajar ya sea en el sector de la agricultura, la ganadería o la mina. 

Aunque también hay una variante, en la que el tipo de trabajo que se pide es la realización de actividades delictivas; robo, venta y cultivo de drogas... 

Todos trabajan bajo la condición de cumplir un objetivo concreto, al que si no llegan serán duramente castigados. 

Tráfico de órganos.

Aprovechándose de la desesperación de muchas personas y de los fallos de los distintos sistemas sanitarios, los traficantes de órganos captan a personas dispuestas a someterse a operaciones clandestinas y que en la mayoría de casos no cuentan con personal sanitario cualificado.

Una vez extraídos los órganos, estos se venden en el mercado negro donde hay personas dispuestas a pagar cifras millonarias por alguno que les interese.

No se le da ni la más mínima visibilidad a esta situación, a pesar de que en lugares como Tailandia es algo muy común y que mantiene a nivel económico a las personas.

Hay un gran número de ONGS que tienen programas destinados a ayudar a estas personas y nunca está de más aportar nuestro granito de arena, ya sea donando para conseguir mayores recursos o realizando voluntariados. Un ejemplo de ello serían la asociación Manos Unidas, destinada a la lucha contra la esclavitud infantil y APRAMP, que busca acaba con la trata de mujeres y niños.